lunes, 26 de septiembre de 2016

Alexia González-Barros



Alexia González-Barros González (Madrid, 7 de marzo de 1971 - Pamplona, 5 de diciembre de 1985) fue una niña española que está en proceso de beatificación. Murió a los 14 años a causa de un proceso tumoral en la columna vertebral conocido como sarcoma de Ewing.

Biografía

Nació en Madrid el 7 de marzo de 1971 y fue la menor de siete hermanos. Desde los 4 años de edad hasta el comienzo de su enfermedad cursó sus estudios en el colegio "Jesús Maestro" de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Con 13 años, el 4 de febrero de 1985, se le diagnostica un tumor maligno que en poco tiempo la deja paralítica. Sufre cuatro largas operaciones y prolongado tratamiento médico durante los siguientes 10 meses. En las distintas biografías publicadas sobre su vida, como la de María Victoria Molins o Miguel Ángel Monge, se refleja cómo Alexia aceptó su enfermedad y decidió ofrecer su sufrimiento y sus limitaciones físicas por la Iglesia, por el Papa y por los demás; destacando su fortaleza, paz y alegría, que fueron constantes a lo largo de su enfermedad.

Falleció el 5 de diciembre de ese mismo año.


Causa de beatificación

La causa de beatificación de Alexia fue introducida en Madrid el 14 de abril de 1993 y clausurada el 1 de junio de 1994. La fase de Roma comenzó el 30 de junio de ese mismo año. El Decreto de Validez fue otorgado por la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos el 11 de noviembre de 1994.


Documental

En 2011 se estrenó un documental sobre su vida dirigido por Pedro Delgado

Película

La película Camino2 , de Javier Fesser, fue estrenada el 17 de octubre de 2008 en España y está inspirada en la vida de Alexia.


El director afirmó que todo lo que aparece en la película tiene base real y que intentó retratar a una familia del Opus Dei con una hija en trance de muerte, realizando una exhaustiva investigación «sobre otros casos de "olor de santidad" y sobre el modo de operar del Opus Dei», conduciéndose como un «espectador neutral». Sin embargo, la cinta tuvo cierta polémica debido a la forma en que retrataba a sus personajes, supuestamente alejada de la realidad. De hecho, la familia de Alexia afirmó en un comunicado que «en ningún momento ha existido ni existe relación, colaboración o participación de ninguna clase con el director, guionista, productor o cualquier otra parte responsable de tal ficción».



La beatificación de Alexia, la niña protagonista de la polémica película de Javier Fesser, parece imparable. Será la pequeña santa del Opus. Pero hay un gran trecho entre el personaje real y del cine.

JOSÉ MANUEL VIDAL

Quieres mucho a Jesús, ¿verdad, mi vida?
—Sí.
—Te vas al cielo, hija. Él te está esperando porque te quiere mucho. Y la Virgen también, que te quiere aún más que yo.
—Sí.
—¿Eres feliz, hija?
—Sí —respondió la niña y expiró.



Una gran lágrima rueda por la mejilla derecha de Alexia González-Barros, mientras su madre, Moncha, se deja mecer por un llanto dulce y represado durante años. Eran las 11.05 de la mañana del día 5 de diciembre de 1985. Alexia tenía tan sólo 14 años. Y, sin embargo, murió aceptando la voluntad de Dios. En la habitación 225 de la Clínica Universitaria de Navarra. Terminaba así su calvario de 11 largos meses de lucha contra un tumor maligno que ya la había dejado paralítica. Hoy su caso se reabre. Porque su proceso de beatificación está ya en Roma y, en cualquier momento, la Iglesia puede decidir elevarla a los altares. Y, sobre todo, porque es la protagonista involuntaria de Camino, la última película que acaba de estrenar Javier Fesser.


¿Quién era Alexia?, ¿la película refleja su historia real?, ¿cuál es su auténtico rostro?

Alexia nació el 7 de marzo de 1971 en el seno de una familia acomodada y de profundas raíces religiosas. Francisco y Moncha (Ramona) vivían en un piso del número 110 de la calle Galileo de Madrid. Ella pertenecía al Opus Dei (él entrará más tarde) y, como prescriben los cánones de la Obra, aspiraba a tener una familia numerosa. De hecho, cuando nace Alexia, se encuentra con cuatro hermanos. Y otros dos que habían muerto a los pocos meses de haber nacido. «Nuestras espinas siempre tuvieron rosas», solía decir Moncha.


Francisco y Moncha eran primos hermanos y miembros de una de las familias de mayor alcurnia de la comarca pontevedresa de Deza. Con pazo y dedicados a las obras públicas desde siempre. Primero en Galicia y después en Madrid. Conciliador y dialogante y con capacidad directiva, él dirige la empresa familiar de construcción y ella se dedica por entero a los hijos y a la casa. Como debía ser en una familia tradicional católica de entonces. Fueron llegando los hijos. La primera, María José, hoy numeraria del Opus Dei. La última, el regalo de Alexia, cuando en la familia ya hablaban de adoptar a un niño vietnamita.


Alexia sentía adoración por su padre, se identificaba totalmente con su madre y admiraba a su hermana mayor. Una infancia feliz, arropada por padres y hermanos. Y aprovechada. Para esponjar la mente de una niña despierta, la casa de los González-Barros era especial. Porque había de todo. De Francisco, el artista de la familia, aprendió a pintar. De José Damián, música. Y la lectura fue siempre un vicio familiar. Los domingos, toda la familia, después de misa, iba a la Cuesta Moyano de Madrid, donde hay permanentemente instalada una feria de libros de ocasión. Alexia compraba allí sus tebeos y libros preferidos: el loto azul de Tintín o Platero y yo. Además, como había posibles, la familia viajaba.


Desde muy pequeña, Alexia recorrió España y Europa. Dos viajes dejaron huella en ella. El año anterior a su muerte, visitó Tierra Santa. Antes, a los ocho años, había estado en Roma. Hizo la primera comunión en la capilla donde descansan los restos de San Josemaría Escrivá y, además, tuvo el privilegio de acercarse al Papa, en una audiencia general. Juan Pablo II, que la acarició y le hizo una cruz en la frente. ¿Un signo premonitorio?

La familia y la escuela eran sus universos vitales. Alexia ingresó a los cuatro años en el colegio Jesús Maestro de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Un centro de pago, muy cercano a su casa de Madrid y entonces sólo de niñas. «Era una niña muy normal, de notables, buena compañera, responsable y vital. Eso sí, tenía carácter y era impulsiva», recuerda la hermana Isabel Olmedo, que fue su tutora.


EL ABORTO

Y muy piadosa. Alexia mamó con total naturalidad la fe cristiana. Su madre, todas las noches antes de dormirse, le hacía la cruz en la frente y le decía: «Hija, que el Señor te bendiga y te haga santa». En esa clave hay que leer la carta que envió al diario Ya, publicada el 28 de marzo de 1983, para protestar contra el aborto. «Tengo 12 años y soy la séptima de mis hermanos... Si mi madre hubiera sido una de esas que quieren matar a sus niños antes de nacer, yo no habría nacido. Me gustaría decirles que no los maten, por favor».


Una piedad que llamó la atención de sor María Victoria Molins, una de las monjas que le dio clases y que, después, escribiría su primera biografía. «A los cinco años, iba a la capilla y se quedaba mirando al sagrario. Una vez, me acerqué y le pregunté: «¿Qué le dices a Jesús?» Y ella me contestó: «Jesús, que haga siempre lo que Tú quieres»». Sentía la presencia de su ángel de la guarda y le puso un nombre: Hugo. «Pero no era nada ñoña», añade sor Victoria. Ni iba para monja. De hecho, a los 12 años, le confesó que le gustaba un chico, al que veía pasar en los veranos desde la casa de sus primos en Palamós (Gerona) y con el que nunca llegó a hablar.


No tuvo tiempo de enamorarse. El 4 de febrero de 1985 se le declaró un tumor maligno que, en pocos días, la dejó paralítica: sarcoma de Ewing. Durante 10 meses, Alexia sufrió cuatro operaciones y los padecimientos propios y terribles del cáncer. Vivió su calvario con entereza y sin un mal gesto. «Jesús, yo quiero ponerme buena, quiero curarme, pero si Tú no quieres, yo quiero lo que Tú quieras», solía decir.

Los últimos días de su vida pasa, incluso, por una cierta noche oscura del alma. Siente —y así se lo dice a los suyos— que Hugo, su ángel custodio, se va y que la rodean los demonios. Su madre los ahuyenta con agua bendita y Alexia respira aliviada: «Ya se han ido todos los negros. Y ya ha vuelto Hugo». Y con Hugo se fue al cielo.

Miles de personas le rezan. Roma no tardará en elevar oficialmente a los altares a Alexia, la niña santa de la Obra.


Película y aplauso con disgusto

La gran batalla de la familia de Alexia no está siendo sólo el proceso para llevar a la niña a los altares de Roma. Desde que se estrenó la película Camino (recibida por la crítica con pareceres diversos; la revista Metrópoli la calificaba este viernes dándole una sola de las cinco estrellas posibles), los González-Barros y el Opus Dei andan reclamando al director de la cinta rectificaciones por situaciones de la vida de Alexia narradas en Camino. A su modo de ver, se deforman «las actitudes sentimientos que mueven a quienes forman parte de esta realidad de Iglesia». La familia de Alexia, incluso, denunció en un comunicado firmado por uno de los hermanos (Alfredo) que la película llegaba, «con invenciones que deforman», a presentar la realidad con un «carácter caricaturesco e insultante para la familia». Incluso pedía al director que rectificara públicamente «tu aserto de que los padres y hermanos de Alexia se despidieron de su hija y hermana con un aplauso».
Otras quejas de la familia sobre el filme —cuyo cartel aparece abajo junto a una foto de Alexia ya paralítica— son que desfigura al padre de la niña (lo presenta como pusilánime cuando «tenía sólidas convicciones») y a la madre (aparece como «fanática y manipuladora», pero, dicen, era «culta, cariñosa y decidida a que sus hijos aprendiesen por sí mismos»). Le pone Jesús al novio inexistente de Alexia, para «crear confusión». Y se dice que Alexia tenía «horror a los ángeles», cuando «desde pequeña tuvo mucha devoción por Hugo, su ángel custodio».



2 comentarios:

  1. No tengo palabras para describir esta historia real.
    Como lo asumen con tanto amor que Dios les da para soportarlo.

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  2. Suelo frecuentar la Iglesia de San Martín en Madrid.
    Desde que fui tenía esa curiosidad de saber más de ella,de saber más de por qué Dios se da a conocer a través de estos "Santitos"que sin duda son un GRAN MODELO a seguir.
    Ahora estoy convaleciente de una operación y me compré el libro de ella y me ha enamorado de tal forma que estoy deseando ir a darle las gracias por su ejemplo de vida y de FE en Dios.

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